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Me encontraba en aquella pequeña cabaña del Cáucaso tras perderme por la montaña. No me cabía la menor duda, a pesar de no parecerse en nada, efectivamente era él. Andrei, así se presentó.
¿Entonces eres escritor? Le voy a contar algo que nadie sabe. No me llamo Andrei. Soy Vladimir vladimirovich Putin. La historia es larga, acomódese. En el Kremlin siempre tuvimos dobles del presidente, la KGB los preparaba exhaustivamente, excesivamente a mi parecer. Mi doble lo gestaron minuciosamente a base de cirugía estética y entrenamiento, consiguieron una réplica exacta. Andrei aprendió hasta modular mi voz. Mis consejeros lo mandaban a todo tipo de eventos sustituyéndome, principalmente cuando peligraba mi seguridad, era mi sustituto ideal.
Pero un día cambio todo, nos encontrábamos reunidos, planificando una inauguración, el jefe de seguridad se ausentó por unos momentos. Mientras fui al baño, escuche unas voces discutiendo fuera. De improvisto unos guardias interrumpieron dentro y sin mediar palabra me agarraron en volandas llevándoseme a mi propio calabozo. –Tápenle la boca. Fue lo último que escuché.
Cuando desperté me habían desfigurado la cara y me encontraba de camino a una cárcel Siberiana. Andrei me había suplantado totalmente mi identidad. Lo demás puede imaginárselo, era un loco.